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Escultura barroca

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Éxtasis de Santa Teresa (1647-1652), de Gian Lorenzo Bernini (capilla Cornaro de la iglesia de Santa María de la Victoria, Roma)
Fontana dei Quattro Fiumi (Roma, 1651) de Gian Lorenzo Bernini

La escultura barroca es la escultura asociada al estilo barroco del periodo comprendido entre principios del siglo siglo XVII y mediados del siglo XVIII. La escultura barroca siguió a la escultura renacentista y manierista y fue sucedida por la escultura rococó y la neoclásica. Roma fue el primer centro donde se formó el estilo, que luego se difundió por las principales ciudades italianas y alcanzó el resto de Europa. Con el tiempo se extendió más allá de Europa a las posesiones coloniales de las potencias europeas, especialmente en América Latina y Filipinas. En el siglo XVIII, gran parte de la escultura continuaba con las líneas barrocas —la Fontana de Trevi no se completó hasta 1762— dado que el reciente estilo rococó se adaptaba mejor a obras más pequeñas.[1]

La escultura barroca adquirió el mismo carácter dinámico, sinuoso, expresivo y ornamental que la arquitectura —con la que llegará a una perfecta simbiosis sobre todo en edificios religiosos—, destacando el movimiento y la expresión, partiendo de una base naturalista, pero deformada a capricho del artista. La evolución de la escultura no fue uniforme en todos los países, ya que en ámbitos como España y Alemania, donde el arte gótico había tenido mucho asentamiento —especialmente en la imaginería religiosa—, aún pervivían ciertas formas estilísticas de la tradición local, mientras que en países donde el Renacimiento había supuesto la implantación de las formas clásicas (Italia y Francia) la perduración de estas es más acentuada. Por temática, junto a la religiosa tuvo bastante importancia la mitológica, sobre todo en palacios, fuentes y jardines.[2]

En la escultura barroca, los grupos de figuras adquirieron una nueva importancia y tenían un movimiento dinámico y una energía aportada por las formas humanas: se enrollan en volutas alrededor de un vórtice central vacío, o se extendían hacia el espacio circundante. Así, La Anunciación (1603-1608) de Francesco Mochi, para la catedral de Orvieto, representa uno de los primeros ejemplos del género.[3]​ De manera innovadora, la escultura barroca empezó a considerar múltiples ángulos de visión ideales, reflejando una continuación general del movimiento renacentista que se alejaba del relieve hacia la escultura creada en bulto redondo y diseñada para colocarse en el medio de un gran espacio. Las fuentes muy elaboradas, como la de Fontana dei Quattro Fiumi (Roma, 1651) de Gian Lorenzo Bernini o las de los Jardines de Versalles, fueron una especialidad barroca. El estilo barroco se adaptaba perfectamente a la escultura, siendo Bernini la figura dominante de la época en obras como el Éxtasis de Santa Teresa (1647-1652).[4]​ Gran parte de la escultura barroca incorporó elementos extraescultóricos, por ejemplo, una iluminación oculta, fuentes de agua, o la integración en la arquitectura para crear una experiencia transformadora para el espectador. Los artistas se veían a sí mismos en la tradición clásica, pero admiraban la escultura helenística y posteriormente romana, en lugar de la de los períodos más "clásicos" como son vistos hoy.[5]​ En Italia destacó sobremanera Gian Lorenzo Bernini, que causó tal impacto que fue apodado el «segundo Miguel Ángel»,[6][Nota 1]​ escultor de formación aunque trabajase como arquitecto por encargo de varios papas. Influido por la escultura helenística —que en Roma podía estudiar a la perfección gracias a las colecciones arqueológicas papales—, logró una gran maestría en la expresión del movimiento, en la fijación de la acción parada en el tiempo. Fue autor de obras tan relevantes como Eneas, Anquises y Ascanio huyendo de Troya (1618-1619), El rapto de Proserpina (1621-1622), Apolo y Dafne (1622-1625), David lanzando su honda (1623-1624), el Sepulcro de Urbano VIII (1628-1647), Éxtasis de Santa Teresa (1644-1652), la fuente de los Cuatro Ríos en la piazza Navona (1648-1651) y Muerte de la beata Ludovica Albertoni (1671-1674).[7]​ En el taller de Bernini se formaron Antonio Raggi y Ercole Ferrata (La muerte en la hoguera de Santa Inés, 1660). El gran rival de Bernini fue Alessandro Algardi, formado en la escuela boloñesa, de corte clásico (Decapitación de San Pablo, 1641-1647; El papa San León deteniendo a Atila, 1646-1653). Otros escultores de la época fueron: Stefano Maderno, a caballo entre el manierismo y el barroco (Santa Cecilia, 1600); François Duquesnoy, flamenco de nacimiento, pero activo en Roma (San Andrés, 1629-1633).[8]​ En Génova destacó Filippo Parodi; en Nápoles, Giuseppe Sanmartino, Francesco Queirolo[9]​ y Antonio Corradini, autores de tres extraordinarias obras para la capilla Sansevero[10]​ donde demuestran un extraordinario virtuosismo en la representación de cuerpos velados o envueltos en una red: el Cristo velato,[11]​ el Disinganno[12]​ y la Pudicizia[13]​ (las tres datables entre 1752 y 1753); en Sicilia, Giacomo Serpotta (decoración al estuco de oratorios en Palermo).


Prométhée (1737)de Nicolas-Sébastien Adam (Museo del Louvre): un febril tour de force lleno de tensiones contrastadas, de múltiples ángulos y puntos de vista, y de intensa emoción.

En Francia la escultura fue heredera del clasicismo renacentista, con preeminencia del aspecto decorativo y cortesano, y de la temática mitológica. Jacques Sarrazin (1592-1660) se formó en Roma, donde estudió la escultura clásica y la obra de Miguel Ángel, cuya influencia se trasluce en sus Cariátides del Pavillon de l'Horloge del Louvre (1636). François Girardon (1628-1715), de gusto clásico trabajó en la decoración de Versalles, y es recordado por su Mausoleo del Cardenal Richelieu (1675-1694) —donde prescindió de toda integración con la arquitectura a favor del efecto teatral—, por el grupo de Apolo y las Ninfas de Versalles (1666-1675) —inspirado en el Apolo de Belvedere de Leócares (circa 330 a. C.-300 a. C.)— y la fuente de las pirámides. Antoine Coysevox (1640-1720), gran retratista en busto, también participó en el proyecto versallesco, y entre su producción destaca la Glorificación de Luis XIV en el Salón de la Guerra de Versalles (1678) y el Mausoleo de Mazarino (1689-1693)[Nota 2]​ y el Mausoleo de Colbert. Pierre Puget (1620-1694) fue el más original de los escultores franceses de la época, aunque no trabajó en París, y su gusto por el dramatismo, la tensión y la violencia formal de sus obras, claramente influido por Bernini, hicieron que tuviese dificultades para que sus obras fuesen aceptadas en la corte. Destacan el Milón de Crotona (1671-1682), inspirada en el Laocoonte.[15]Alejandro y Diógenes y Andrómeda liberada por Perseo.


Cristo yacente (1634), de Gregorio Fernández, Iglesia de San Miguel y San Julián, Valladolid.

En España perduró la imaginería religiosa de herencia gótica, generalmente en madera policromada —a veces con el añadido de ropajes auténticos—, presente o bien en retablos o bien en figura exenta. Se suelen distinguir en una primera fase dos escuelas: la castellana, centrada en Madrid y Valladolid, donde destaca Gregorio Fernández, que evoluciona de un manierismo de influencia juniana a un cierto naturalismo (Cristo yacente, 1614; Bautismo de Cristo, 1630), y Manuel Pereira, de corte más clásico (San Bruno, 1652); en la escuela andaluza, activa en Sevilla y Granada, destacan: Juan Martínez Montañés, con un estilo clasicista y figuras que denotan un detallado estudio anatómico (Cristo crucificado, 1603; Inmaculada Concepción, 1628-1631); su discípulo Juan de Mesa, más dramático que el maestro (Jesús del Gran Poder, 1620); Alonso Cano, también discípulo de Montañés, y como él de un contenido clasicismo (Inmaculada Concepción, 1655; San Antonio de Padua, 1660-1665); y Pedro de Mena, discípulo de Cano, con un estilo sobrio, pero expresivo (Magdalena penitente, 1664). Desde mediados de siglo se produce el «pleno barroco», con una fuerte influencia berniniana, con figuras como Pedro Roldán (Retablo Mayor del Hospital de la Caridad de Sevilla, 1674) y Pedro Duque Cornejo (Sillería del coro de la Catedral de Córdoba, 1748). Ya en el siglo XVIII destacó la escuela levantina en Murcia y Valencia, con nombres como Ignacio Vergara o Nicolás de Bussi, y la figura principal de Francisco Salzillo, con un estilo sensible y delicado que apunta al rococó (Oración del Huerto, 1754; Prendimiento, 1763).[16]

Pestsäule (columna de la Peste) conmemorativa de la Gran peste de Viena de 1679, Matthias Rauchmüller
Altar mayor de la iglesia de San Carlos Borromeo (Viena). La Apoteosis central es de Alberto Camesina,[17]​ y las piezas de estuco de Ferdinand Maxmilián Brokoff (1725)

En Alemania meridional y Austria la escultura tuvo un gran auge en el siglo XVII gracias al impulso contrarreformista, tras la anterior iconoclasia. La Reforma protestante había provocado la desaparición casi total de la escultura religiosa en gran parte del norte de Europa, continuando apenas la escultura secular, especialmente de bustos de retratos y de monumentos funerarios. En un principio las obras más relevantes fueron encargadas a artistas holandeses, como Adriaen de Vries (Aflicción de Cristo, 1607). Como nombres alemanes cabe destacar a: Hans Krumper (Patrona Bavariae, 1615); Hans Reichle, discípulo de Giambologna (coro y grupo de La Crucifixión de la catedral de San Ulrico y Santa Afra de Augsburgo, 1605); Georg Petel (Ecce Homo, 1630); Justus Glesker (Grupo de la Crucifixión, 1648-1649); y el también arquitecto Andreas Schlüter, que recibió la influencia berniniana (Estatua ecuestre del Gran Elector Federico Guillermo I de Brandemburgo, 1689-1703). Otro rasgo de la escultura barroca serían los pilares con forma de figuras mitológicas. Tómese el ejemplo del palacio del Alto Belvedere en Viena, construido entre 1721 y 1722. En la sala de la planta baja, la bóveda en pabellón está sostenida por poderosos telamones (una especie de titanes que adoptaron los rasgos de los turcos), tallados en mármol. Habiendo sido derrotados los turcos, no era raro encontrar este tipo de telamones tallados en residencias barrocas de Austria.

En Inglaterra se combinó la influencia italiana, presente especialmente en el dinámico dramatismo de los monumentos funerarios, y la francesa, cuyo clasicismo es más apropiado para las estatuas y los retratos. El escultor inglés más importante de la época fue Nicholas Stone, formado en Holanda, autor de monumentos funerarios como el de Lady Elisabeth Carey (1617-1618) o el de sir William Curle (1617).[18]

En los Países Bajos la escultura barroca se limitó a un único nombre de fama internacional, el también arquitecto Hendrik de Keyser, formado en el manierismo italiano (Monumento funerario de Guillermo I, 1614-1622). La Edad de Oro holandesa no tiene ningún componente escultórico significativo fuera de la orfebrería.[19]​ En parte como reacción directa a la iconoclasia protestante, la escultura fue tan prominente en el catolicismo como lo había sido en la Baja Edad Media. Los Países Bajos meridionales católicos vieron un florecimiento de la escultura barroca a partir de la segunda mitad del siglo XVII, con muchos talleres locales que producían una amplia gama de esculturas barrocas, como mobiliario de iglesia, monumentos funerarios y esculturas de pequeña escala ejecutadas en marfil y maderas duraderas como el boj. Los escultores flamencos jugarían un papel destacado en la difusión del idioma barroco en el extranjero, incluidos la República Holandesa, Italia, Inglaterra, Suecia y Francia.[20]

En Flandes en cambio sí surgieron numerosos escultores, muchos de los cuales se instalaron en el país vecino, como Artus Quellinus, autor de la decoración escultórica del Ayuntamiento de Ámsterdam. Otros escultores flamencos fueron: Lukas Fayd'herbe (Tumba del arzobispo André Cruesen, 1666); Rombout Verhulst (Tumba de Johan Polyander van Kerchoven, 1663); y Hendrik Frans Verbruggen (Púlpito de la Catedral de San Miguel y Santa Gúdula de Bruselas, 1695-1699).[21]


En América destacó la obra escultórica desarrollada en Lima, con autores como el catalán Pedro de Noguera, inicialmente de estilo manierista, que evolucionó hacia el Barroco en obras como la sillería de la catedral de Lima; el vallisoletano Gomes Hernández Galván, autor de las Tablas de la Catedral; Juan Bautista Vásquez, autor de una escultura de la Virgen conocida como La Rectora, actualmente en el Instituto Riva-Agüero; y Diego Rodrigues, autor de la imagen de la Virgen de Copacabana en el Santuario homónimo del Distrito del Rímac de Lima. En México destacó el zamorano Jerónimo de Balbás, autor del Retablo de los Reyes de la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México. En Ecuador destacó la escuela quiteña, representada por Bernardo de Legarda y Manuel Chili (apodado Caspicara).[22]​ En Brasil destacó nuevamente la figura del Aleijadinho, que se encargó de la decoración escultórica de sus proyectos arquitectónicos, como la iglesia de São Francisco de Assis en Ouro Preto, donde realizó las esculturas de la fachada, el púlpito y el altar; o el Santuario del Buen Jesús de Congonhas, donde destacan las figuras de los doce profetas.[23]

Características[editar]

Las características más destacables de la escultura barroca, en general, son:

  • Naturalismo, es decir, representación de la naturaleza tal y como es, sin idealizarla.
  • Integración en la arquitectura, que proporciona intensidad dramática.
  • Esquemas compositivos libres del geometrismo y la proporción equilibrada propia de la escultura del Renacimiento pleno. La escultura barroca busca el movimiento; se proyecta dinámicamente hacia afuera con líneas de tensión complejas, especialmente la helicoidal o serpentinata, y multiplicidad de planos y puntos de vista. Esta inestabilidad se manifiesta en la inquietud de personajes y escenas, en la amplitud y ampulosidad de los ropajes, en el contraste de texturas y superficies, a veces en la inclusión de distintos materiales, todo lo cual que produce fuertes efectos lumínicos y visuales.
  • Representación del desnudo en su estado puro, como una acción congelada, conseguido mediante una composición asimétrica, donde predominan las diagonales y serpentinatas, las poses sesgadas y oblicuas, el escorzo y los contornos difusos e intermitentes, que dirigen la obra hacia el espectador con gran expresividad.
  • A pesar de la identificación del Barroco con un "arte de la Contrarreforma", adecuado al sentimiento de la devoción popular, la escultura barroca, incluso en los países católicos, tuvo una gran pluralidad de temas (religiosos, funerarios, mitológicos, retratos, etc.)
  • La manifestación principal es la estatuaria, utilizada para la ornamentación de espacios interiores y exteriores de los edificios, así como de los espacios abiertos, tanto privados (jardines) como públicos (plazas). Las fuentes fueron un tipo escultórico que se acomodó muy bien con el estilo barroco. Particularmente en España, tuvieron un extraordinario desarrollo la imaginería y los retablos.

Orígenes[editar]

Rapto de las sabinas de Giambologna (1581-1583), Piazza della Signoria, Florencia

El estilo barroco surgió de la escultura renacentista que, basándose en la escultura clásica griega y romana, había idealizado la forma humana. Esto fue modificado por el manierismo , cuando los artistas se esforzaron por darle a sus obras un estilo único y personal. El manierismo introdujo la idea de esculturas con fuertes contrastes; juventud y edad, belleza y fealdad, hombres y mujeres. El manierismo también introdujo la figura serpentina, que se convirtió en una característica importante de la escultura barroca. Se trataba de la disposición de figuras o grupos de figuras en una espiral ascendente, lo que daba ligereza y movimiento a la obra.[25]

Miguel Ángel había introducido la figura serpentina en El esclavo moribundo (1513-1516) y El genio victorioso (1520-1525), pero esas obras debían verse desde un único punto de vista. Obra de finales del siglo XVI del escultor italiano Giambologna , El rapto de las sabinas (1581-1583). introdujo un nuevo elemento; esta obra estaba destinada a ser vista no desde uno, sino desde varios puntos de vista, y cambiaba según el punto de vista. Esto se convirtió en una característica muy común en la escultura barroca. La obra de Giambologna tuvo una fuerte influencia en los maestros de la época barroca, particularmente en Bernini.[25]

Otra influencia importante que condujo al estilo barroco fue la Iglesia católica, que buscaba armas artísticas en la batalla contra el ascenso del protestantismo. El Concilio de Trento (1545-1563) otorgó al Papa mayores poderes para guiar la creación artística y expresó una fuerte desaprobación de las doctrinas del humanismo, que habían sido fundamentales para las artes durante el Renacimiento.[26]​ Durante el pontificado de Pablo V (1605-1621), la iglesia comenzó a desarrollar doctrinas artísticas para contrarrestar la Reforma y encargó a nuevos artistas que las llevaran a cabo.

La escultura barroca en Italia[editar]

Inocencio X, de Alessandro Algardi
Éxtasis de Santa Teresa (1647-1651), de Bernini[Nota 3]

En Italia, considerada la cuna del arte barroco, destaca el escultor Gian Lorenzo Bernini, que domina con perfección la técnica que aprendió de su padre Pietro Bernini, escultor manierista, y el estudio de los modelos clásicos y renacentistas. Su figura eclipsa al resto de artistas, y fue considerado el Miguel Ángel del siglo XVII. Acostumbraba a representar las figuras de sus obras en el momento de máxima tensión y a usar el desnudo en sus composiciones. Bernini es el intérprete de la Contrarreforma católica, de la Iglesia triunfante y su glorificación. Posee fuertes influencias helenísticas. Su escultura se caracteriza por la teatralidad compositiva, que resuelve en escenas. Gran arquitecto, pone la escultura al servicio de la arquitectura, creando espacios escenográficos en la ciudad de Roma. Busca efectos emotivos con el fin de conmover, para lo que emplea el escorzo y las posiciones violentas y desequilibradas. Tiene obras mitológicas (Apolo y Dafne, fuente de los Cuatro Ríos), religiosas (baldaquino de San Pedro, Éxtasis de santa Teresa) y retratos (bustos de Luis XIV,[Nota 4]​ 1665, y del cardenal Borghese,[27]​ 1632).

Alessandro Algardi fue un gran retratista de reyes, papas, aristócratas y burgueses, que utiliza una estética más clásica. En Nápoles trabajaron Nicolás Fumo y Giuliano Finelli (autor de las estatuas de los condes de Monterrey del Convento de las Agustinas de Salamanca); y en la Toscana Pietro Tacca, que se encargó de las estatuas ecuestres en bronce de Felipe III y Felipe IV (ambas en Madrid).

La influencia de Bernini se extiende al siglo XVIII con escultores como Pietro Bracci (Fontana de Trevi, Triunfo de Neptuno), Filippo della Valle (Anunciación), Camilo Rusconi (San Juan, en San Juan de Letrán), o René Michel Slodtz (San Bruno).

La escultura barroca en Francia[editar]

Monument du cœur (1657), del cardenal Pierre de Bérulle, de Jacques Sarrazin
Reloj del avant-cour del palacio de Versalles, con las estatuas de Marte, de Gaspar y Baltasar Marsy, y de Hércules, de François Girardon.

El Barroco francés se reconoce por su carácter cortesano, mitológico y decorativo. Predominan los bustos, las estatuas ecuestres, las alegóricas y la escultura funeraria. Tiene cierta tendencia al clasicismo.

Durante el reinado de Luis XIII destacan los retratos, casi siempre de carácter funerario, con escultores como Simon Guillain (1581-1658)) y Jacques Sarrazin (1592-1660).

A mediados de siglo XVII la Academia de Pintura y Escultura pasó a ser controlada por Colbert quien la puso al servicio de la monarquía. Dirigida por el pintor Charles Le Brun desde el año 1663, este impuso la ortodoxia clasicista que dictaban los encargos de la corte.[28]​ La escultura entró a formar parte del arte oficial que exaltaba a la monarquía absoluta, con centro en el Palacio de Versalles. Allí trabajaron escultores como François Girardon (1628-1715), de gusto clásico (Apolo y las Ninfas, la fuente de las pirámides o el sepulcro del cardenal Richelieu, donde prescinde de toda integración con la arquitectura a favor del efecto teatral) y Jean-Baptiste Tuby (1635-1700), de origen italiano (Fuente de El carro del sol o El carro de Apolo, El Ródano). Pierre Puget (1620-1694) fue el más típicamente barroco, por su dramatismo, tensión y la violencia formal de sus obras, claramente influido por Bernini, por lo que tuvo dificultades para que sus obras fuesen aceptadas en la corte (Milón de Cortona, Alejandro y Diógenes, Andrómeda liberada por Perseo). Antoine Coysevox (1640-1720), gran retratista en busto, realizó numerosas estatuas para el conjunto de Versalles y los mausoleos de Mazarino[Nota 5]​ y Colbert.[Nota 6]

Pierre Legros el viejo (1629-1714), fue escultor real en el Palacio de Versailles. Nicolas Coustou (1658-1733) y su hermano Guillaume Coustou (1677-1746) (Caballos de Marly), sobrinos de Coysevox y formados en su taller, trabajaron para la corte, en ocasiones conjuntamente. El estilo de Guillaume, más vigoroso, denota la influencia del barroco italiano que conoció en su estancia en Roma. Ya en el siglo XVIII se produce un alejamiento de los dictados de la Academia destacando escultores, de gusto rococó, como François Dumont (1688-1726), Edme Bouchardon, Jean-Baptiste Lemoyne (1704-1778), Jean-Baptiste Pigalle (1714-1785) o Étienne Maurice Falconet (1716-1791).


La escultura barroca en Alemania y en el Imperio de los Habsburgo[editar]

Monumento al gran elector Federico Guillermo I de Brandeburgo en el Palacio de Charlottenburg, de Schliuter, 1696-1708.

En Europa Central la implantación del estilo barroco hubo de esperar al término de la Guerra de los Treinta Años que desde 1618 a 1648 asoló el territorio de los principados alemanes. Consecuencia del conflicto fue el debilitamiento del poder imperial en territorio alemán. Los prácticamente independientes principados se dotaron de palacios e iglesias en cuya decoración, pintura y escultura tuvieron un papel principal. Figura de la primera mitad del siglo Georg Petel, trabajó en Amberes y posteriormente en Italia antes de volver a Alemania, sobresaliendo en las obras de pequeño formato.

A partir de la segunda mitad del siglo XVII a la fuerte demanda de escultura religiosa en los principados católicos, se sumó la necesaria para decorar los numerosos palacios y jardines de nueva construcción. La escultura barroca encontró un clima muy apropiado para el desarrollo del estilo de Bernini, aunque también se acogió la influencia francesa. En territorio alemán destacaron Andreas Schlüter que también trabajó en Polonia, Balthasar Permoser quien dejó su obra más conocida en el Zwinger de Dresde, y los hermanos Asam: Egid Quirin, escultor y arquitecto y Cosmas Damian, arquitecto y pintor, estos últimos entre el barroco y el rococó en sus obras conjuntas consiguen el ideal del barroco, la obra total cuyo mejor ejemplo en la iglesia de San Juan Nepomuceno en Múnich.

En Austria Georg Raphael Donner presenta un estilo menos barroco de gusto clasicista. Por último, en el barroco final apuntando hacia el neoclasicismo hay que mencionar a Franz Xaver Messerschmidt y Balthasar Ferdinand Moll.

En la República Checa, la Moravia y Bohemia perteneciente al Imperio Habsburgo, el alto barroco llegó de la mano de artistas extranjeros como el sorabo Matěj Václav Jäckel y el alemán eslovaco Jan Brokoff cuyo hijo Ferdinand Maxmilián Brokoff fue una de las figuras más relevantes de la época en Praga. Como contrapunto, el otro gran escultor fue Matthias Braun de origen austriaco, cuyo estilo posee un mayor dinamismo y teatralidad que el de los citados anteriormente. A estos artistas se deben buena parte de los grupos escultóricos que adornan el Puente Carlos en Praga.

Unas de las obras más representativas del barroco en la zona fueros las Columnas Marianas, de la Santísima Trinidad, o de la peste, grandes estructuras combinación de arquitectura y escultura que adornan las plazas principales y que se erigieron como ofrendas en agradecimiento a la protección contra la guerra o contra las epidemias.

La escultura barroca en España[editar]

Piedad (1616), de Gregorio Fernández
Inmaculada del facistol (1655-1656) de Alonso Cano (sacristía de la catedral de Granada)
Retablo Mayor (1692) del Convento de San Esteban de Salamanca, obra de José de Churriguera. Prototipo de los retablos barrocos churriguerescos del arte español e hispano-americano de las primeras décadas del siglo XVIII
Sagrario de la cartuja de Granada (1709-1720), de Francisco Hurtado Izquierdo
San Juan (1756), de Francisco Salzillo (Museo Salzillo de Murcia)
Altar con la Venida de la Virgen (1762-1765), de José Ramírez de Arellano (Santa Capilla de Nuestra Señora del Pilar)

La evolución de la escultura barroca en España tuvo un desarrollo propio apenas influido por las escuelas extranjeras, ya que ni los escultores más destacados viajaron al exterior, como sí habían hecho en el siglo anterior, ni fueron numerosos los escultores extranjeros que trabajaron en España —salvo el flamenco José de Arce, el portugués Manuel Pereira o el alsaciano Nicolas de Bussy— ni la importación de obras fue significativa.

La escultura barroca española dependió casi enteramente de los encargos de la Iglesia, por lo que la mayoría de las obras fueron retablos para adornar los altares y pasos procesionales para la Semana Santa. El retablo cobró un enorme protagonismo en los espacios religiosos, tanto por su tamaño, que se fue haciendo mayor con el tiempo, como por su complejidad y espectacularidad, que alcanza su punto máximo. En su realización intervienen prácticamente todas las disciplinas artísticas (arquitectura, talla, policromía, dorado). Tipologías específicas, como el retablo-relicario, el retablo-escenario, el baldaquino, etc., aunque no surgen en el Barroco, llegan entonces a su máxima expresión.[31]

Los temas mitológicos y profanos están ausentes y la temática en esta etapa fue casi exclusivamente religiosa, tanto de los encargos privados como institucionales, destinados a la devoción privada y a la pública. Destaca con mucho la imaginería, siendo el material más utilizado la madera, siguiendo la tradición hispana, con policromía y la técnica del estofado, tanto en bulto redondo como en relieve. Se procura una gran verosimilitud de las figuras, calificada habitualmente de «realismo» o «naturalismo», caracterizadas por sus gestos y posturas muy expresivas; las imágenes tienen un perfecto acabado a las que se añaden postizos para reforzar el verismo (cabello natural, ojos y lágrimas de cristal, ricas vestiduras de tela real), e incluso efectos de articulación y movimiento real en algunos casos, y por la escenografía que las introduce en la vida real como si fuera un decorado teatral. La finalidad era provocar una profunda emoción religiosa en el espectador. Se buscaba impresionar al devoto y atraerlo, según los dictados del Concilio de Trento (el énfasis de la Contrarreforma en el culto a los santos a través de imágenes y reliquias por reacción a la opinión contraria de la Reforma protestante).

La talla en piedra[32]​ generalmente se limitó a la decoración escultórica de las portadas (fachadas-retablo). Sólo en el ámbito de la Corte aparece la estatuaria monumental (los retratos ecuestres en bronce de Felipe III y estatua ecuestre de Felipe IV se encargaron en Italia, a Pietro Tacca, y también existen modelos de estatua ecuestre de Carlos II un monumento similar para Carlos II, de Giacomo Serpotta).[Nota 8]

En la escultura barroca española se reconocen distintas etapas. A principios de siglo se observa el paso del romanismo manierista al naturalismo barroco[33]​ que a lo largo de la centuria evolucionaría buscando un mayor efectismo a través de los gestos, posturas o del uso de postizos. Este mayor barroquismo es claramente observable en la arquitectura de los retablos. Cronológica y estilísticamente se distinguen dos fases en el Barroco escultórico español:

  • El Barroco final o triunfante, de finales del siglo XVII, prolongado en la primera mitad del siglo XVIII, cuando el gusto de las cortes europeas se define en el estilo rococó. La espectacularidad triunfa sobre el verismo. Se busca anonadar al fiel mediante la riqueza de materiales, de formas, el brillo del oro, lo grandioso y complicado de los diseños. Tanto las esculturas exentas como los retablos y pasos procesionales se vuelven más sofisticados, imponiéndose definitivamente los postizos, los retablos a modo de tramoya, las policromías muy ricas. Los tipos humanos tienden hacia una cierta idealización, buscando la gracia y la dulzura en contraposición al acercamiento a lo real del primer periodo. No fue ajena a este cambio de gusto la llegada al trono español en 1701 de la dinastía Borbón, francesa, que importó nuevas modas y gustos que no tardaron en imponerse, llamando a artistas franceses e italianos para la decoración de los palacios y jardines reales, aunque la imaginería religiosa mantuvo su singularidad. El napolitano Nicolás Salzillo y su hijo Francisco Salzillo desarrollaron su actividad en Murcia, en donde elaboraron un estilo en transición hacia el rococó y el neoclasicismo al no profundizar en los aspectos dramáticos de las escenas, ahondando en conceptos naturalistas y de idealizada belleza, iniciando la escuela murciana que continuaría en autores posteriores como Roque López o Juan Porcel.

El tardobarroco o rococó español de la primera mitad del siglo XVIII tiene un estilo muy ornamentado, dominado por las espectaculares portadas y retablos del considerado churrigueresco castellano (la familia Churriguera, Pedro de Ribera, Narciso Tomé), o en Galicia a la fachada del Obradoiro de Santiago de Compostela (Fernando de Casas Novoa), o en Valencia a la portada del Palacio del Marqués de Dos Aguas (Ignacio Vergara).


Con el reinado de Carlos III (r. 1759-1788) se impuso el gusto neoclásico. La escultura hispana fue haciéndose más simple y austera en la segunda mitad del siglo XVIII, no tanto por agotamiento de las fórmulas barrocas, que seguían siendo populares (aunque suavizadas en sus elementos más extremos —Luis Salvador Carmona—), como por la imposición en las élites del nuevo gusto neoclásico a través de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (fundada en 1752, siendo sus primeros directores Juan Domingo Olivieri, Felipe de Castro y Juan Pascual de Mena) y de la crítica ilustrada.[35]​ El año 1777 la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando asumió la aprobación de los proyectos para los retablos dictando la sustitución de la madera policromada por «mármoles y piedras adecuadas».[36]

La transformación urbanística de la ciudad de Madrid fue un ambicioso proyecto encabezado por el arquitecto José de Hermosilla (1763) que pretendía «higienizar» el trazado urbano, y dotar a la ciudad de un animado paseo arbolado y con el tipo de fuentes monumentales al modo barroco que se había iniciado en la Roma de Bernini (de sur a norte: fuente de la Alcachofa, Cuatro Fuentes, fuente de Neptuno, ésta de Apolo y fuente de Cibeles).

La escultura barroca en Hispanoamérica[editar]

En Hispanoamérica el barroco de influencia andaluza se fue enriqueciendo por la influencia de las tradiciones indígenas. Junto a la continua importación de esculturas y retablos desde los talleres sevillanos, la llegada de escultores desde España y el surgimiento de artesanos indios y mestizos produjeron el desarrollo de escuelas regionales entre las que destacan en la escultura, las de Guatemala y Quito, y en la construcción de retablos las de México y Perú.[37]​ La construcción de las sillerías de los coros de iglesias y catedrales produjo ejemplos sobresalientes en Lima y Cuzco.

En Quito destacaron Bernardo de Legarda y Manuel Chili Caspicara. Sus talleres exportaron imaginería al conjunto de Sudamérica e incluso a España. En el Perú hay que nombrar a los entalladores Juan Tomás Tuyro Túpac, a los escultores Pedro de Noguera y Martín Alonso de Mesa que trabajaron en Lima, a Gaspar de la Cueva que lo hizo en Potosí y ya entrado el siglo XVIII, a Baltazar Gavilán. En Nueva España José Antonio Villegas Cora fue el más destacado escultor de Puebla y entre los escultores guatemaltecos se puede citar a Mateo de Zúñiga.

La escultura barroca en otros países[editar]

Adán y Eva expulsados del Edén, detalle del púlpito de la catedral de San Miguel y Santa Gúdula de Bruselas, Hendrik Frans Verbruggen (1699)
Monumento funerario de Carel Hieronymus van In, de Rombout Verhulst (1665-1669)

En Inglaterra, por razones religiosas, hubo una cierta aversión a la representación icónica. La escultura se reduce a los motivos funerarios en los templos, que se convierten en panteones de personajes ilustres, representaciones ostentosas que inmortalizan la fama del «gran hombre». Entre los escultores locales destacó Nicholas Stone, y entre los extranjeros que desarrollaron su obra en suelo inglés Hubert le Sueur[38]​ (estatua ecuestre de Carlos I,[39]​ 1633) y Louis-François Roubiliac (ya en el siglo XVIII).

En los Países Bajos la escultura alcanzó relevancia, aunque muy lejos de la pintura. En los Países Bajos del Sur (católicos, pertenecientes a la Monarquía Hispánica -habitualmente denominados genéricamente como "Flandes"-), donde predominó la imaginería religiosa destacando la construcción de púlpitos, estos se cubrieron con una decoración cada vez mayor llegando ya entrado el siglo XVIII, a construirse obras notables en los que el despliegue escultórico adquiere todo el protagonismo frente a su función como mueble litúrgico. Ejemplo destacado es el púlpito de la catedral de Bruselas debido a Hendrik Frans Verbruggen.[40]​ Entre los escultores a tener en cuenta se puede nombrar a Jeroen Duquesnoy (Manneken Pis, a su hijo François Duquesnoy (que trabajó sobre todo en Roma) y a Lucas Faydherbe.

En los Países Bajos del Norte (de predominio protestante, independientes —habitualmente denominados genéricamente como "Holanda"—), donde destacó el retrato, en bustos o efigies de tumbas profusamente decoradas, trabajaron Hendrik de Keyser y Rombout Verhuls. En ambas zonas trabajó Artus Quellinus.

En Portugal al igual que en España, predominó la talla en madera policromada de temática religiosa. Destacaron fray Cipriano da Cruz y Antonio Ferreira. Ferreira fue uno de los renombrados barristas portugueses del siglo XVIII que crearon belenes monumentales compuestos por figuras de terracota de pequeño formato.[41]

A principios del siglo XVIII la riqueza proveniente de las minas brasileñas favoreció la llegada de artistas extranjeros: Claude Laprade, de origen francés, trabajó en Coímbra y Lisboa, mientras que para la decoración del Palacio Nacional de Mafra se trajeron obras y artistas italianos, los cuales introdujeron los modelos del barroco de estos países en Portugal.[42]​ Pero fue en las labores de talla donde se produjeron las obras más originales. El barroquismo de los retablos desbordó su ámbito cubriendo paredes y techos de labores de carpintería dorada.

Y también de igual manera que España, Portugal exportó a sus colonias los modelos, técnicas y temáticas en las distintas artes. El mayor escultor y destacado arquitecto brasileño a caballo entre el barroco y el rococó fue Aleijadinho.

En Polonia, en aquella época unida al Gran Ducado de Lituania, se mantuvo la tradición de la escultura funeraria renacentista que, paulatinamente, fue adaptándose al gusto barroco. En la ornamentación de las iglesias estuvo muy extendida la decoración en estuco así como los retablos de esculturas policromadas con las vestimentas doradas.

Fue en la segunda mitad del siglo XVIII cuando se desarrolló en Galitzia la escuela de escultura de Leópolis, la más destacada del periodo en la que se puede observar similitudes con la escultura bávara o austriaca.[43]​ Escultores como Sebastián Fesinger de ascendencia alemana o Antoni Osiński produjeron imágenes en composiciones dinámicas con paños de pliegues muy marcados de aspecto metálico. Su principal figura fue Johann Georg Pinsel. En su obra conservada se observa junto a las características comunes a la escuela una fuerte carga dramática y una expresividad muy pronunciada.

Véase también[editar]

Referencias[editar]

  1. Avec ses contemporains l'architecte Francesco Borromini et le peintre et architecte Pietro da Cortona. Au début de leur carrière, ils travaillèrent tous ensemble au Palais Barberini, d'abord sous Carlo Maderno et, à sa mort, sous la direction de Bernini. Plus tard, cependant, ils furent en compétition et des rivalités féroces se développèrent, en particulier entre Bernini et Borromini.
  2. El monumento se halla en una capilla del Colegio de las Cuatro Naciones. Coysevox fue asistido por Étienne Le Hongre y Jean-Baptiste Tuby.
  3. Chantelou, fuente citada en Buste de Louis XIV (Le Bernin)
  4. Quatre captifs dits aussi Quatre Nations vaincues : l'Espagne, l'Empire, le Brandebourg et la Hollande - Desjardins - Monumento a Luis XIV en Place des Victoires
  5. Nueva estatua de Carlos II obra de Giacomo Serpotta
  1. Honour and Fleming, 460–467
  2. Azcárate Ristori, Pérez Sánchez y Ramírez Domínguez, 1983, p. 493.
  3. Marcella Favero (2008). Francesco Mochi - una carriera di scultore (en italiano). Trento: éditions UNI Service. pp. 29-33. ISBN 978-88-6178-240-2. 
  4. Boucher, 134–142 on the Cornaro chapel; see index for Bernini generally
  5. Boucher, 16–18
  6. http://www.art-baroque.net/lorenzo-bernini.html.  Parámetro desconocido |consulté le= ignorado (se sugiere |fechaacceso=) (ayuda); Parámetro desconocido |titre= ignorado (se sugiere |título=) (ayuda); Parámetro desconocido |site= ignorado (ayuda); Falta el |título= (ayuda).
  7. Martínez Ripoll, 1989, pp. 70-80.
  8. Toman, 2007, pp. 292-297.
  9. Jane Turner, fuente citada en Francesco Queirolo
  10. Web oficial, fuente citada en Cappella Sansevero
  11. "Cristo velado" -envuelto en el sudario- Ficha en Museo Sansevero Archivado el 6 de febrero de 2015 en Wayback Machine.
  12. "Desengaño" -el hombre liberándose del pecado- Ficha en Museo Sansevero Archivado el 25 de noviembre de 2020 en Wayback Machine.
  13. La virtud del pudor. Ficha en Museo Sansevero Archivado el 1 de noviembre de 2020 en Wayback Machine.
  14. Serpotta.it, fuente citada en Oratorio del Rosario di San Domenico
  15. Azcárate Ristori, Pérez Sánchez y Ramírez Domínguez, 1983, pp. 498-499.
  16. Azcárate Ristori, Pérez Sánchez y Ramírez Domínguez, 1983, pp. 556-565.
  17. Zendralli, fuente citada en Alberto Camesina
  18. Toman, 2007, p. 320-336.
  19. Honour and Fleming, 450
  20. Helena Bussers, De baroksculptuur en het barok (enlace roto disponible en este archivo). at Openbaar Kunstbezit Vlaanderen (en neerlandés)
  21. Toman, 2007, p. 316-318.
  22. Error en la cita: Etiqueta <ref> no válida; no se ha definido el contenido de las referencias llamadas Larousse2
  23. AA. VV., 1990, p. 81.
  24. Sacco, fuente citada en Oratorio del Rosario di Santa Cita
  25. a b Geese, 2015, p. 274.
  26. Geese, 2015, p. 276.
  27. Vaiani, fuente citada en Busto di Scipione Borghese. En realidad, dos bustos. Coliva, fuente citada en Two Busts of Cardinal Scipione Borghese
  28. Chilvers 2007, p. 22
  29. Czeike, fuente citada en Donnerbrunnen
  30. Web oficial, fuente citada en Abadía de Weltenburg
  31. En alguna fuente se identifica la imaginería española del Barroco como "escuela realista española", definida por la religiosidad, viva expresión y policromía, dividida en una "escuela castellana o del Norte" y una "escuela andaluza" con "grupos" sevillano y granadino. Naval y Ayerbe, op. cit.
  32. Stone carving, Chalk carving y en:Stone sculpture. Véase también cantería, escultura en mármol y glíptica.
  33. Tolman 2007 p. 354.
  34. Bergaz hizo el modelado y Urquiza (ficha en ceres.mcu.es) la fundición. El proyecto burgalés del siglo XVIII fue iniciativa de Antonio Tomé González Carrera (minube). La copia madrileña del siglo XX fue costeada por la Fundación Juan March (Anales de la Real Academia Nacional de Medicina - 1982 - Tomo XCIX - Cuaderno 3, pg. 440).
    La estatua original, en Burgos.
  35. Pedro Duque Cornejo, autor de la sillería del coro de la catedral cordobesa. A la escuela vallisoletana del siglo XVII sucedió en el siglo XVIII, aunque con menor brillo la madrileña, transformándose luego en académica a mediados del siglo. Y a las escuelas andaluzas sustituyó la murciana, resumida en la persona de Francisco Salzillo durante la primera mitad de dicho siglo. La escuela de Madrid empezó a finales del siglo XVII con Pedro Alonso de los Ríos, siguió con Juan de Villanueva y Bardales (padre del arquitecto del mismo nombre) y con los hermanos Ron y su discípulo Luis Salvador Carmona, para terminar confundida con la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Fuente: Naval y Ayerbe, op. cit.
  36. Tolman 2007 p. 371.
  37. Gutierrez Viñuales La pintura y escultura en Hispanoamérica p. 4.
  38. Esdaile, fuente citada en Hubert Le Sueur
  39. Gather, fuente citada en Equestrian statue of Charles I, Charing Cross. Artículo en David Gutiérrez Archivado el 4 de marzo de 2016 en Wayback Machine.
  40. Toman 2007, p. 318.
  41. Marcos Millán, M. A. Museo Nacional de Escultura
  42. «Museo Machado de Castro». Archivado desde el original el 10 de octubre de 2018. Consultado el 6 de abril de 2019. 
  43. Ostrowski, Jan K. El arte polaco del Renacimiento al Rococó. (2011) p. 64.

Bibliografía[editar]

  • Chilvers, Ian (2007). Diccionario de arte. Madrid: Alianza Editorial. ISBN 978-84-206-6170-4. 
  • Toman, Rolf (2007). El Barroco. Colonia: Ullmann. ISBN 978-3-8331-4659-6. 
  • VV. AA. (2016). Escultura Barroca Española. Nuevas Lecturas Desde Los Siglos De Oro A La Sociedad Del Conocimiento. Málaga: ExLibric. ISBN 978-8416110803. 
  • Martinez Ripoll, Antonio (1989). El Barroco en Europa. Historia Viva S.L. ISBN 8476794231. 

Enlaces externos[editar]

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